Leyenda nº 4
EL LAGARTO DE LA MAGDALENA
En Jaén, en el antiguo barrio de la Magdalena , frente a la
iglesia, existe un manantial que antiguamente daba un chorro de agua del mismo
grosor que el cuerpo de un buey. Este manantial era tan famoso que mucha gente
acudía para verlo, incluso de lugares lejanos. Es tradición que en el manantial
de la Magdalena
tenía su guarida un reptil gigantesco, el lagarto de la Magdalena.
Un día en que los habitantes de Jaén estaban
desesperados y no sabían qué hacer para escapar del monstruo, un condenado a
muerte que esperaba el cumplimiento de la sentencia se ofreció a enfrentarse
con el lagarto si, a cambio, le perdonaban la vida.
Las autoridades accedieron y el preso solicitó
un caballo, un cordero y un haz de yesca. Pertrechado con estos elementos, el
condenado se acercó al manantial y cuando el lagarto se lanzó contra él, picó
espuelas y se alejó a galope perseguido por el saurio. En la huida le arrojó lo
que parecía un cordero ensangrentado, que el monstruo tragó de un solo bocado.
En realidad era la piel del cordero rellena de yesca encendida.
La combustión de la yesca abrasó las entrañas
del animal, que estalló con un estampido formidable. De aquí procede la
maldición: «Así revientes como el lagarto de Jaén»,
o «como el lagarto de la Malena».
Hasta hace poco tiempo, la piel del lagarto se
exhibía desplegada en un muro de la iglesia de San Ildefonso, de Jaén. La
leyenda del lagarto gigante se recoge también, con algunas variaciones, en
Córdoba, en Sevilla, en Navas del Marqués, en Valencia y en otros lugares de
España para explicar por qué en ciertas iglesias y catedrales se exponen pieles
de lagartos gigantescos rellenas de paja. En realidad pertenecen a caimanes
americanos que los conquistadores enviaban a sus pueblos de origen como
curiosidad.
Algunas acabaron colgadas en las iglesias para representar
simbólicamente el silencio con el que se debe conducir el creyente en el
templo. Se supone que el cocodrilo es el único animal que no está dotado de
sonido característico alguno. Esto no es cierto, pero antiguamente así lo creían.