sábado, 2 de abril de 2016

 
Coincidiendo con el nacimiento del escritor danés Hans Christian Andersen y promovido por la Organización Internacional para el libro juvenil (IBBY), el día dos de abril se celebra en todo el mundo, desde hace ya cuarenta y nueve años, el Día Internacional del Libro Infantil.
 
Desde la organización proponen como finalidad, entre otras, promover el entendimiento internacional a través de los libros para niños y jóvenes, facilitar a estos oportunidades de acceso a libros de calidad sin importar el de donde vengan o estimular la investigación y la publicación de trabajos académicos en el campo de los libros para niños y jóvenes. Desde IBBY, y en esta línea, se anima a todas las librerías, bibliotecas e instituciones de índole diversa a participar en este día rellenando un sencillo formulario que les da entrada oficial a dicha celebración.
" Bibliotucci", biblioteca escolar del CEIP TUCCI  ha cumplimentado este formulario y se ha comprometido a realizar una actividad para promocionar los libros entre el alumnado y la comunidad educativa de nuestro centro escolar.
 
Este año la sección encargada de patrocinar esta importante cita es Brasil que, bajo el lema "Erase una Vez", ofrece un breve cuento infantil escrito por la reconocida escritora, Luciana Sandroni. En este precioso relato tienen cabida en la mochila de una niña todos los personajes de cuento universalmente conocidos que cobran vida haciendo las delicias de esta, empezando por el Gato con Botas, siguiendo por Rapuntzel y terminando con personajes de cuento brasileños.
 
                                Luciana Sandroni 
Érase una vez…
Érase una vez una… ¿Princesa? No.
Érase una vez una biblioteca. Y érase también una vez una niña llamada Luisa, que fue a la biblioteca por primera vez. La niña caminaba despacio, tirando de una mochila de rueditas enoooorme. Observaba todo con admiración: estantes y más estantes repletos de libros, mesas, sillas, almohadas de colores, dibujos y carteles en las paredes.
—Traje la foto —le dijo tímidamente a la bibliotecaria.
—¡Muy bien, Luisa! Voy a inscribirte. Mientras tanto puedes ir escogiendo el libro. ¿Sabes que puedes llevarte un libro a casa?
—¿Uno solo? —preguntó decepcionada.
En ese mismo instante sonó el teléfono y la bibliotecaria dejó a la niña con la tan difícil tarea de elegir un único libro en la infinidad de estantes. Luisa arrastró su mochila y buscó, buscó hasta que encontró su libro favorito: Blancanieves. Se trataba de una edición de tapa dura, con hermosas ilustraciones. Con el libro en la mano empujó su mochila de nuevo y, cuando ya estaba a punto de salir salir, alguien le tocó el hombro. La niña se dio la vuelta y casi se cae para atrás del susto: era, nada más y nada menos, que el Gato con Botas con su libro en la mano… digo… ¡entre las patas!
—Buenos días, ¿cómo estás? —le dijo haciendo una reverencia.
—Luisa, ¿acaso no te sabes de memoria todas esas historias de princesas? ¿Por qué no te llevas mi libro El Gato con Botas, que es mucho más divertido?
Luisa, con la boca abierta, no sabía qué decir.
—¿Qué te pasa? ¿Te comió la lengua el gato? —bromeó.
—¿Eres el Gato con Botas de verdad, verdad?
—¡Sí, en persona, digo… de carne y hueso! Llévame a tu casa y sabrás todo sobre mi historia y la del Marqués de Carabás.
La niña, perpleja, solo conseguía asentir con la cabeza. El Gato con Botas, con un toque de magia, regresó a su libro, y cuando Luisa estaba a punto de salir de la biblioteca volvió a sentir un toque en el hombro. Era ella: “blanca como la nieve, colorada como la sangre y con cabellos negros como el ébano”. ¿Adivinaste?
—¡¿Blancanieves?! —dijo Luisa anonadada.
—Luisa, llévame contigo también. Esta edición —dijo mostrándole su propio libro— es una adaptación auténtica del cuento de los hermanos Grimm.
Cuando la niña estaba a punto de coger el libro, El Gato con Botas apareció molesto:
—Blancanieves, Luisa ya escogió. Vete con tus seis enanos.
—¡Son siete y no seis! ¡ Y ella aún no ha escogido! —le dijo Blancanieves roja de cólera.
Los dos miraban a la niña esperando una respuesta:
—No sé cuál llevar… quería llevármelos todos…
De repente, sucedió algo increíble: fueron saliendo de los libros Cenicienta, Caperucita Roja, Rapunzel… Un equipo completo de princesas de verdad:
—Luisa, llévame a tu casa —le suplicaban todas.
—Yo solo necesito una cama para dormir un rato —dijo la Bella Durmiente mientras bostezaba.
—Solo cien años —dijo el gato burlándose.
—Puedo limpiar tu casa, pero de noche tengo una fiesta en el castillo del…
—¡Príncipe! —gritaron todos.
—En mi cesta tengo torta y vino. ¿Quién quiere? —ofreció Caperucita.
Y continuaron apareciendo más personajes: el Patito Feo, la Vendedora de Fósforos, el Soldadito de Plomo y la Bailarina:
—¿Luisa, podemos ir contigo? Somos los personajes de Andersen —pidió el Patito Feo, que tan feo… no era.
—¿Tu casa está calentita? —preguntó la Vendedora de Fósforos.
De repente, delante de todos, apareció un lobo enorme, peludo, muy peludo, con los dientes afilados: ¡el lobo feroz!
—Lobo, ¿por qué tienes esa boca tan grande? —le preguntó Caperucita, por costumbre.
—Yo les protejo —dijo valientemente el Soldadito de Plomo.
El Lobo abrió la boca y… ¿se los comió a todos? No. Solo bostezó de tanto sueño y les dijo con calma:
—Tranquilos. Solo quería darles una idea. Luisa se lleva el libro de Blancanieves y nosotros entramos en su mochila, que es muy grande.
A todos les gustó su idea.
—¿Luisa, nos dejas ir contigo?
—¡Claro que sí! —dijo Luisa abriendo la mochila.
Los personajes hicieron fila y fueron entrando uno a uno:
—¡Primero las princesas! —dijo la Cenicienta.
Al final aparecieron también los personajes brasileños: el Sací, el Caipora, una muñeca de tela que no para de hablar, un niño muy loquito, una niña con una cartera amarilla, otra con la foto de su bisabuela pegada al cuerpo, un pequeño rey mandón… Todos entraron.
La mochila pesaba más que nunca. ¡Cómo pesan los personajes!
Luisa llevó el libro de Blancanieves, y la bibliotecaria anotó todo en su ficha.
Poco después, la niña llegó a casa feliz. Su mamá le preguntó desde la cocina:
—¿Hija, llegaste?
—Síííí, mami, llegamos.
(Texto original: Luciana Sandroni. Traducción: Elisa Toledo. Ilustración: Ziraldo)

 
 

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