viernes, 15 de febrero de 2013

LEYENDA DE LA CRUZ DEL HUMILLADERO


Leyenda nº 10

LEYENDA DE LA CRUZ DEL HUMILLADERO


En la carretera local Alcaudete-Las Casillas, conocida en Alcaudete como "carretera de la Fuensanta" por conducir paralelamente al precioso y arbolado camino de la Fuensanta, al Santuario en que se venera la preciosa imagen de la Santísima Virgen Maria bajo la advocación de Nuestra Señora de la Fuensanta, a la margen Norte de dicha carretera se halla una cruz de piedra de gran tamaño, llamada del Humilladero, cuyo pedestal es otra piedra toscamente labrada en forma de corazón. 

Acerca de su establecimiento y los motivos dice la leyenda: 

"En el año 1.408, el rey de Granada Muhamat VI, conocido por Aben-Balba, resentido en su amor propio por el fracaso en el cerco de Jaén, y queriendo resarcirse de la pérdida de Zahara y otros castillos que le habían ganado los cristianos, determinó conquistar alguna plaza fronteriza y al efecto, puso cerco a la Villa de Alcaudete con un ejército formado por 7.000 caballos y 12.000 peones, además de formidables máquinas de guerra y bombardas. 

El rey Muhamat sentó sus reales en un llano que hoy se conoce como "Ruedo Alto". (Asegura la misma tradición que la tienda del rey ocupaba el mismo sitio que hoy la conocida "Cruz del Humilladero". 

Exigió Muhamat la rendición de la plaza: pero el entonces Señor de la Villa, Martín Alonso de Montemayor, se negó a ello. 

Entonces Muhamat mandó atacar. Arrimaron los moros sus escalas a las murallas aprestándose a su defensa el señor de Alcaudete, su propio hermano, el Comendador de Martos y numerosos caballeros con sus gentes de tierras de Jaén y Córdoba. 

El ejército sarraceno se dispuso en tres formaciones y dio tres asaltos consecutivos el día 18 de Febrero de 1.408, desde el alba: hasta desaparecer el sol. Pero otras tantas veces fueron rechazadas por los valientes defensores. 

Se cuenta que durante la noche, los centinelas de las almenas y los adarves, percibían los lastimeros ayes de los muchos moribundos de la batalla. 

Apenas rayó al día siguiente la indecisa y suave claridad del crepúsculo matutino, los sarracenos volvieron a la porfía de apoderarse de la fortaleza y por cuarta vez fueron rechazados por los valientes cristianos. 

Viendo el rey Muhamat que sus esfuerzos eran inútiles, y que se sacrificaban inútiles valientes guerreros, mandó abrir una mina en dirección al centro de la fortaleza. Pero, aunque trabajaban en ella con cautela, fueron descubiertos por los sitiados y para anular esta estrategia, los alcaudetenses minaron en dirección contraria otra con tal acierto que fueron a encontrarse con el enemigo. En ella, a oscuras, en tal estrecho lugar trabaron una lucha cuyo resultado fue tantos muertos que se llegó a taponar la mina. Los moros habían sido rechazados una vez más por los cristianos de Alcaudete. 

Dos días más continuaron los sarracenos en su porfía, aunque ya más flojamente. Al cabo mostraron su impotencia arrancando y pegando fuego a las villas y arboledas de los alrededores. Así quisieron vengar la muerte de sus muchos caballeros y caudillos que habían sucumbido ante los inexpugnables muros de Alcaudete. 

Por último, Muhamat, abatido y humillado, ordenó levantar el cerco y se encaminó triste y despechado a Granada.

Más al pasar por Alcalá la Real sufrió un nuevo revés, porque algunos señores que allí estaban salieron a las órdenes de D. Alonso Fernández de Aguilar, y dieron mucho quehacer a los moros. 

Los de Alcaudete, que supieron que el rey de Granada se había metido en su tienda malhumorado y triste y en ella había permanecido en silencio hasta su retirada, llamaron a aquel terreno del "Humilladero"; y más adelante colocaron en dicho sitio el Sagrado signo de la Redención a la que desde entonces se le llama "Cruz del Humilladero"