viernes, 15 de febrero de 2013

LA TERCERA COLUMNA DE HÉRCULES


Leyenda Nº12

LA TERCERA COLUMNA DE  HÉRCULES (Martos)

La puerta del Sol, consagrada al dios Febo, fue la tercera puerta mítica de Martos. La tuvo que abrir Marte poco más tarde, cuando apareció por estos pagos la figura de un forastero forzudo, con cara de muy sufrido. 

El fornido hombre se hacía llamar Hércules, y traía sobre la cabeza la piel del león de Nemea que mató con sus propios brazos. De una de sus manos arrastraba una clava, muy semejante a la estampada en el naipe que representa el As de Bastos de la baraja española. También traía a sus espaldas un arco con su aljaba de flechas, flechas cuyos puntiagudos dardos estaban untados en veneno.

Se contaba que Hércules había sido hijo de Zeus y una mortal. Pero Hera, la esposa de Zeus, nunca perdonaba ni a las mortales amantes de su marido ni a su prole mitad humana y mitad divina. Hera había retrasado el nacimiento de Hércules, para que el heredero del trono de su mortal padre adoptivo fuese ocupado por el hermano de Hércules, el bellaco Euristeo. Como Hércules naciera en encarnadura humana, pero dotado de la fuerza de un dios, Euristeo se propuso amargarle la vida a su hermano. De esa manera, pensó el mezquino, lo mantendría entretenido, para que no se le pasara por las mientes usurparle el trono.
Muchos fueron los trabajos que encargó Euristeo a Hércules.Doce las empresas que los entendidos reputan como canónicas, pero muchas más las que los poetas y los dramaturgos clásicos le imputaron. Una de esas empresas que le encomendara Euristeo a su hermano segundón fue el robo de unas manzanas. Pero no váyase usted, querido lector, a pensar que las manzanas estaban en el huerto de enfrente de la casa de Hércules. Las manzanas estaban en las Hespérides, o sea, en España.

Para lograr su objetivo, Hércules llegó al fin del mundo conocido y puso las dos columnas que, por ponerlas él, se llamaron, y hacerse llamar, columnas de Hércules.

Los marteños piensan que la tercera columna que Hércules levantó en Hispania fue el peñón de Martos, que, según algunos, está hueco tal como el peñón de Gibraltar. Marte, dios que se enseñoreaba de Martos, había dejado a recaudo de su fuente preferida a un dragón. Fue éste el dragón que Hércules tuvo que someter cuando sus pies lo trajeron hasta la ciudad de la Peña. Y en acción de gracias, a seguido de su proeza clavó la peña, con el vigor que le caracterizaba. Marte se le apareció, avisado por su madre Hera.
-Pero ¿qué has hecho con mi dragón, Hércules? ¿Y qué es esta colosal mole de piedra que has plantado en mis dominios?
Hércules no solía ser muy locuaz, sino todo lo contrario, bastante tímido y lacónico como cumple a varón tan sufrido. Se limitó a rascarse la cabellera, y Marte, temiendo que le fuese a zumbar con la clava, cambió de tercios. En vez de ponérsele gallardo, adoptó la pose más complaciente con el forzudo y le dijo:
-Bueno, bueno... Hércules. Después de todo somos hermanos.
Lleguemos a un acuerdo, haré como si no te hubiera visto y, encima, mira lo bien que me caes que estoy dispuesto a complacerte en lo que me pidas... Si en algo te puedo servir...
Hércules se lo pensó, se rascó esta vez las barbas y dijo:
-Pues, quisiera que abrieses una puerta en las murallas de tu ciudad a levante, para saludar al sol cuando cada mañana se alza por el oriente. Que la puerta se consagre a mi amigo Febo y se llame la Puerta del Sol.

Marte, contento con lo poco que se conformaba su musculoso hermano de padre, no puso pegas y mandó construir una puerta que desde entonces se llamó Puerta del Sol y estuvo consagrada a Febo.